
Motivos para sentir repugnancia hay varios -y esperamos poder hablar de ellos en nuestro blog-. Sin embargo, también hay que reconocer que, si bien hubiera sido mejor no haber tenido que hacerlo, la Iglesia siempre lo ha reconocido y ha sabido pedir públicamente perdón. Así lo manifestó más de una vez públicamente Juan Pablo II. Benedicto XVI ya ha expresado a viva voz su oposición y deseos de acabar con la plaga de la pedofilia en la Iglesia y ha manifestado su oposición a la violencia a la que ha recurrido la Iglesia a lo largo de la historia. La Iglesia se ha equivocado y ha sabido pedir perdón.
Un perdón que tantas veces es silenciado y no reconocido por quienes sacan a la luz una y otra vez los pecados de los clérigos en la historia. Sin embargo nunca se manifiestan contrarios a quienes han cometido otros crímenes y sin ningún tipo de escrúpulos no han pedido perdón. ¿O alguien ha oído las disculpas de Bin Ladem o los asesinos de ETA, ahora que se habla tanto de ellos? A ellos se les quiere dar una oportunidad sin un mínimo de arrepentimiento. A la Iglesia, que avergonzada se disculpa, se le sigue tachando de asesina.