jueves, 26 de abril de 2012

Consejos vendo que para mí no tengo

El otro día me sorprendió leer en una noticia que Elena Valenciano, la vicesecretaria general del PSOE, pedía a la Iglesia católica aplicarse el cuento y echar una mano para solucionar la crisis. Supongo de antemano que sabréis qué tipo de comentario haré en esta ocasión. Porque sí, una vez más los socialistas sentencian delante de la opinión pública: "Consejos vendo que para mí no tengo". 

Interpelada por los periodistas sobre las declaraciones que el cardenal Rouco había hecho al iniciarse la XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal -por la que pedía "espíritu de sacrificio" ante el "endeudamiento exagerado" que vive el país, fruto de la codicia-, la Valenciano ha respondido con su dedo acusador: "La Iglesia católica seguramente pueda echar una mano, más allá de lo que hace como institución". 

Y digo yo: ¿con qué cara tan dura se puede afirmar esto? ¿Qué institución hay en España que esté haciendo más por la crisis que la Iglesia católica? Hoy mismo, por ejemplo, leía en "El Mundo" que la Iglesia ayudó el año pasado a encontrar trabajo a más de trece mil personas, bien contratándolas en sus cooperativas o en sus centros de inserción, bien intermediando para que otras empresas lo hicieran. Mientras, la Valenciano, piensa de ayudar a superar la crisis de muchas familias endeudadas, quizás restregándoles que ella cobra sueldos por los seis cargos que acumula en el PSOE. 

Y yo, como Iglesia católica, recibo un sueldillo de apenas seiscientos cincuenta euros, que destino íntegros a pagar mis estudios en Roma. Y otros compañeros sacerdotes hacen equilibrios para pagar la gasolina que les lleva a sus cinco o seis pueblos y las facturas de gas, luz, agua y teléfono. ¡Ah! Se me olvidaba. También tienen que comprar de vez en cuando algo para comer. Y entre factura y factura, sacan tiempo para buscar trabajo y acompañar espiritualmente a la gente que ciertos políticos han dejado en la calle. Una vez más, se corrobora el refranero popular: por la boca muere el pez. Y Elena Valenciano ha mordido su propio anzuelo.