
Parece una noticia de ciencia ficción, pero es verdad. Y muchos medios de comunicación se han hecho eco de ello. Al alemán Uwe Hilsmann no se le ha ocurrido otra cosa que presentar una denuncia ante la jefatura de tráfico de Alemania porque el Papa Benedicto, en su viaje a Berlín el pasado mes de septiembre, no llevaba el cinturón de seguridad abrochado mientras iba en el papamóvil a cinco kilómentros por hora. Al parecer, Hilsmann puede conseguir -gracias a los consejos de su abogado Johannes Sundermann, apóstata y miembro del partido de izquierdas radical- que la denuncia llegue a término, pues ha alegado en la misma que Benedicto XVI es alemán y a él compete la ley como a cualquier otro ciudadano germano.
Sin ánimo de ofender, creo que al tal Uwe Hilsmann se le ha ido la cabeza. No sé por qué tiene tanto afán por meter en pleitos que no vienen a cuento al Papa Ratzinger. Será por seguir polemizando contra el Papa -aunque sea sin venir a cuento- y seguir haciendo ruido en la opinión pública contra su persona. Puestos así, señor Hilsmann, ¿por qué no denuncia a toda la selección española de fútbol cuando va medio bebida encima de un autobús sin siquiera asientos? También podría usted estar al tanto de las próximas cabalgatas de reyes: seguro que a sus majestades se les olvida abrocharse el cinturón, muy ocupados en repartir caramelos a los niños. Señores, seamos serios.